No era tan difícil lo que ella pedía, simplemente una relación abierta y libre. Bueno, una no, muchas. Pero no era algo malo, al fin y al cabo ella tenía 16 años y tenía toda la vida por delante para enamorarse. ¿Qué necesidad tenía de enamorarse y desperdiciar su adolescencia? No era que ella pensaba que el amor sea un desperdicio, pero si en ese momento de su vida. En algún momento iba a enamorarse y casarse y formar una familia, pero no era lo que buscaba a su edad. Y creía que eran muchos los que pensaban de esa forma, de hecho había encontrado un chico que se creía que la boludeaba, pero él no se daba cuenta que ambos estaban jugando. Hasta que un día él se empezó a enganchar, y Flor no quería lastimarlo así que le dejó las cosas en claro.
Diego ya estaba acostumbrado a que le pasen este tipo de cosas, a que todo le salga mal. Por lo general no se enganchaba con ninguna mina porque sabía que le pasaba después, sabía como iba a terminar todo. Entonces prefería boludear y jugar con las mujeres, antes de que ellas jueguen con él. Pero a veces, como sucedía en ese caso, no lograba no involucrarse sentimentalmente con ellas, porque por momentos llegaba a pensar “esta es enserio”, y quizás lo lograba por un tiempito, pero después terminaba igual que siempre, mal. Él no quería que las cosas se den así, al contrario, tenía muchísimas ganas de enamorarse y encontrar al amor de su vida, a la mujer de su vida. Como terminaba sufriendo siempre, volvía a lo mismo de antes, a jugar con ellas.
Lucía estaba más que acostumbrada a sufrir por amor, a enamorarse de chicos que no les interesaban las relaciones serias. No lo hacía apropósito, al contrario, a ella le encantaría poder elegir de quién se iba a enamorar su corazón, pero no había manera de hacerlo. Cometía el mismo error en cada relación que empezaba, y como era de esperarse, terminaba. No era que quisiera hacerse la víctima, pero ella terminaba llorando siempre. En cambio, ella jamás había hecho sufrir a un hombre en una relación; al contrario, ella les entregaba todo, para recibir nada a cambio. No era mucho lo que pedía, era simplemente enamorarse de un hombre que tenga la capacidad de enamorarse de ella.
Diego y Lucía creían que su destino era estar solos, pero un día cambiarían sus vidas, porque cruzarían vidas.
Un viernes a la noche, en una fiesta de unos amigos, Diego estaba intentando ser feliz: un poco de alcohol, un par de chicas, y listo; por un rato aunque sea se olvidaba de su mala suerte con el amor. Quizás, en una de esas, conocía al amor de su vida esa noche. Pero no, seguro que no, asique él iba a disfrutar, y divertirse un rato con un par de minitas.
Ese mismo viernes, en esa misma fiesta, Lucía intentaba relajarse un poco. Quizás el alcohol la ayudaba contra la depresión. Aunque se arriesgaba a ponerse a llorar, era preferible arriesgarse. Un poco de música y baile en la pista le iba a poner acción en su noche, aunque sea un chico se le iba a acercar e iba a sacarla a bailar. Entonces, lo ve: ahí, con sus amigos, riendo… tenía la sonrisa más linda que pudo haber visto jamás de los jamases.
Él ve a la chica linda que lo está mirando, muy linda. Ninguno se saca la vista de encima, es preciosa ella, y su mirada brillante. Él decide acercarse a ella ya que quién no arriesga, no gana. Sin sacarle la vista de encima, mirada con mirada; se acercó a esa hermosa mujer y la sacó a bailar. En la pista de baile le hizo las preguntas de siempre: su nombre, edad, gustos, etc.
No lo podía creer, estaba bailando con el chico más lindo de toda la fiesta, y él parecía interesado en ella, le guiñaba el ojo, la hacía girar, le preguntaba sus datos, y le hacía chistes. Sin contar que no le sacaba la vista de encima; cada vez la miraba con mayor intensidad. Jamás olvidaría como bailaba: como los dioses. Nunca nadie había logrado llevarla como lo hacía él en la pista.
Quería llevársela ya mismo a su casa, y cuidarla y quererla por siempre. No lo podía creer, ya se estaba enganchando con una chica, con sólo un par de palabras. Y entonces llegó el momento, sintió que tenía que darle ya un beso… si, en ese instante, sin preguntar, sin pedirlo, simplemente robárselo.
Si, se le estaba dando, ese maravilloso chico la estaba besando. Era indescriptible lo que le pasaba a ella por dentro; sentía que volaba, sentía cantar a los ángeles, sentía que levitaba; era simplemente un momento único y perfecto.
Volviendo a casa no podía creerlo… ¿Diego se había enamorado con sólo un beso? No, no, no; no podía ser cierto. Pero si, jamás en su vida, con ninguna otra chica había sentido lo que sentía por Lucía. Sabía que sonaba estúpido porque no la conocía realmente, pero sentía que la conocía como a nadie.
Era de esperarse, volviendo a su casa estuvo todo el viaje escuchando “Sólo por un beso” de su grupo favorito, Aventura. Recordaba segundo tras segundo ese beso, esas palabras y miradas que cruzaron. Por suerte tenía su mail, asique iba a llegar a su casa y lo iba a agregar y quedarse conectada hasta que él se conecte, para poder seguir hablando.
Lo primero que hizo al llegar, fue algo fuera de lo común. Por lo general él llegaba y encendía la televisión para tener un poco de compañía mientras comía algo. Pero por esta vez cambiaba todo; sin saberlo, ese día era en el que empezaba algo nuevo. Abrió la notebook, se conectó y agregó a Lucía.
Parecía mágico, se habían conectado al mismo tiempo, algo más para enamorarse. Lo aceptó y le habló al milisegundo, no podía esperar por saber más de su vida, más del amor de su vida. Estuvieron hablando todo el día, desde las 7 de la mañana hasta las 8 de la noche.
Logró conocerla en 13 horas como nunca lo había hecho con ninguna otra persona. En ese tiempito se convirtió en alguien muy especial para él.
Hablaron durante meses, diciéndose cosas hermosas entre ellos, cosas únicas. Ninguna de las cosas que se decían era mentira, todo era realidad, todo era verdad. No tenían necesidad alguna de mentirse para “ganarse” al otro, porque las cosas que sentían eran enserio. Ya se habían dicho “Te amo”, y realmente lo sentían.
Repentinamente, un día las cosas cambiaron. Sin preaviso alguno, él estaba cambiando. Ella empezó a sufrir, no entendía qué era lo que pasaba.
No era que él lo quisiera así, pero no le gustaba la idea de sentirse atado a una mina que sólo vio una vez. La amaba, pero no le podía entrar en la cabeza que sea así, tan repentino estar enamorado de ella.
Fue entonces, que empezó a salir con otra chica. La misma, se llamaba igual que la anterior a Lucía: Flor. No le dio miedo alguno que se llame igual que la última chica que le rompió el corazón, él solo intentaba sacarse de la cabeza a Lucía.
¿Por qué le tenía que pasar esto? ¿Qué necesidad de volver a sufrir? No entendía cómo Diego de un día al otro dejó de hablarle, de tratarla como antes, de decirle te amo y hacerle escenas de celos; dejó de interesarse en ella, y pasó a dedicarles nicks a otras personas, seguramente chicas ¿Era posible que de un día al otro una persona se desenamore? No lo creía posible.
Decidió que lo mejor era contarle a Lucía sobre Flor, y ver qué pasaba.
Ella lo sabía, sabía que era así, que iba a pasar eso, que iba a terminar sufriendo, que él era igual a todos ¿Qué le había dado la pauta para creer otra vez en alguien? Él estaba con otra chica, otra chica que encima ella conocía, y al parecer era quien lo hacía feliz, salían, se veían todos los días, y cuando no estaban juntos hablaban. Ella no existía más en esa historia, pero se convirtió en una amistad de la pareja feliz, era amiga de ella y de él. Ambos le contaban todo. Ella sufría, pero no lo demostraba por una simple razón, lo amaba con todo su corazón, y quería lo mejor para él. Y además por su lema “no hay una sola razón para sufrir”.
Estaba logrando ser feliz con Flor, la incorporó a su grupo de amigos y amigas, todo venía bien. Ella lo hacía ser feliz, no había ninguna otra razón, simplemente Flor. Obvio que quizás Lu ayudaba un poco, pero la razón real era su amor y relación con su novia. Si, exactamente eran eso, novios, novios felices, una pareja linda, feliz y envidiable. Ella era distinta a todas, no jugaba, era de verdad.
***
No había necesidad alguna de que ella se entere de eso. No sabía qué hacer ahora que tenía esa información en sus manos, podría usarla a su favor, pero eso haría infeliz al amor de su vida; o podría quedarse callada hasta que él mismo se dé cuenta de lo que pasaba, pero sería una manera de traicionarlo. Por ahora se quedaría en silencio, hasta encontrar el momento justo para decirle las cosas.
Cada día estaba más enamorado, no lo podía creer, y amaba poder confiarle todo y contarle todo con lujo de detalles a su amiga Lu.
Odiaba tanto que él le cuente sus cosas con Flor, porque esa chica le entregaba a Diego una serie de ilusiones, que no era realmente. Pero no sabía cómo decírselo, porque además sabía que él iba a poner en duda su confesión. Encima lo haría sufrir y jamás querría que pase eso. Pero no aguantaba más que le cuente sus cuentitos con Florencia, cada vez que ella le contestaba, pensaba por su adentro “¿no te das cuenta que se ríe de vos ella? ¿Tanto te cuesta entender que yo si te quiero de verdad, que no prometo falsas esperanzas?”.
De a poquito empezó a darse cuenta de la realidad… Florencia era una más del montón. Estuvo durante semanas preguntándose por qué le pasaba esto nuevamente. No había razón alguna, ni mucho menos respuestas para sus infinitas preguntas. Simplemente que ahora estaba sufriendo por amor nuevamente. Pasó un poco de tiempito, cuando se dio cuenta de que realmente no amaba a Flor, ni que nunca había estado enamorado de esa perra. Y la razón era muy obvia… estaba enamorado de Lu, pero seguía teniendo miedo de lastimarse, mutuamente.
Al fin, lo que había estado esperando durante estos meses, se había cumplido, su deseo más profundo era que Diego se le declare, que deje de sufrir por esa mina que lo había engañado, que se dé cuenta que ella lo amaba sinceramente. Y así fue, pasó eso y no lo podía creer. Podía llegar a ser feliz con la persona que había decido querer con su más profundo ser.
Había encontrado finalmente a la personita perfecta para él, Lu. Ella lo iba a hacer feliz seguramente, de eso no tenía duda alguna. Era la persona que había estado esperando desde hacía mucho tiempo y recién ahora, después de tenerla por unos meses, se había dado cuenta de lo que ella significaba para él.
Las peleas eran inevitables, eran comunes y hasta diarias. Pero ya habían pasado por muchas cosas, por ende, unos pleitos chiquitos no iban a cambiar sus sentimientos si hasta hoy en día nada ni nadie lo había hecho. Ella, al igual que él, compartían las culpas por sus peleas; ella por no darse cuenta a veces y hablar de más, y él por sus celos obsesivos.
Si, odiaba eso de ella, que nombre a sus ex’s, que diga que le parecía lindo X tipo, pero él también tenía que aceptar que era un obsesivo con sus celos. Y además de eso, él hacía exactamente lo mismo. Y si, tenía que poner a prueba su amor, entonces le nombraba a sus ex’s, a amigas, a chicas que gustaban de él, hacía de todo para hacerla poner celosa. A veces no funcionaba, o porque ella no se ponía celosa, o no lo demostraba, entonces él se enojaba y ahí empezaba otra de las miles discusiones. Eran definitivamente interminables.
Pese a todas las situaciones por las que transitaron, pese a todas sus peleas y discusiones, lograron concretar su amor. Eso sólo se logró porque era un amor único, porque era amor verdadero. Dejó de ser un “amor de chat”, y pasó a ser una relación real y sincera. Se veían hasta 6 veces por semana, y cuando estaban juntos eran el Sol y la Luna… uno nada que ver con el otro, pero ninguno de los dos podría vivir sin el otro. Así es como cambió la vida de ambos, en una noche, en una fiesta… así es como se cruzaron sus vidas y quedaron unidas por siempre.
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