Yo lo amaba, no se qué necesidad de aceptarlo y de andar gritarlo por el mundo tenía. Él era lo que yo necesitaba, lo que quería y lo que pedía, pero había un pequeño detalle… él no sabía nada a cerca de mis sentimientos. Y yo no tenía a quién contárselo, con quién desahogarme; en realidad si tenía, pero como dije anteriormente, ¿qué necesidad tenía de hacerlo? Sé que lo único que quieren las personas es lastimar… el ser humano está echo para amar, reproducirse, y destruir, ya sea autodestruirse o destruir a los demás, la naturaleza, los biomas, los bienes materiales, los sentimientos y hasta las personas mismas. Y somos muy mentirosos, hasta se podría decir que parecemos profesionales al hacerlo porque nadie se entera. Entonces, para qué iba a gritar a los cuatro vientos que amaba a Lucca, si algunos me iban a felicitar, y otros me iban a querer destruir, quizás sin querer, pero lo iban a terminar haciendo. ¿Y querés saber por qué pasa eso? Porque todos tenemos distintos pensamientos, jamás vas a encontrar a una persona que tenga los mismos pensamientos e ideologías que el otro.
Bueno, entonces, estábamos en que yo lo amaba – y amo-, y que nadie, menos mi inconciente lo sabía. Es más, hasta por unos meses pasados al primer plateo de este problema, ni siquiera el inconciente más interno lo aceptaba. Pero creo que hay cosas que no se pueden evitar demostrar ni ocultar, y sobre todo si sos yo… una de las personas más demostrativas sobre la faz de la tierra. Solamente por esta razón comencé por empezar a aceptármelo a mi misma, y la verdad es que no soy ninguna persona fácil con esas cosas. Pero tarde o temprano lo iba a tener que aceptar, más que nada porque no sola lo empecé a notar, si no que las personas que me rodean también. Y de a poco iba sintiendo que las cosas se me escapaban de las manos, a unos les decía que no me gustaba, a otros les decía directamente que estaba enamorada.
Juro que eso no lo hacía de histérica, iba más que nada por ser complicada y porque no era cualquier cosa esto, era un tema delicado, sobre todo en mi, que venía con un pasado amoroso de no muy buenas referencias. Tenía miedo, eso sentía, terror de volverme a equivocar, de elegir a la persona incorrecta para mí y terminar por décima vez dándome la cabeza contra la pared, llorando en un rincón. No tenía ni ahí ganas de repetir las historias de siempre, la típica historia de canciones tristes, de cantantes con voz de enamorados frustrados, los cuales cuentan una historia en la que alguna de las dos partes termina siendo engañado y lastimado. Adivinen qué personaje de la historia era siempre yo. Si, exacto, esa, la que cae en los cuentos de todos, la que es tremenda grandulona y cree en que el mundo puede llegar a ser color de rosas, con un príncipe azul, un poco incrédula, ¿no?
También estaba el problema de que yo lo tenía como amigo al fin y al cabo, y un amigo… no te puede gustar, o eso pensaba en esos días. No podía entender cómo te podía llegar a gustar un amigo, mejor dicho, cómo podías enamorarte de un amigo. No entraba en mi cabeza, era imposible para mí, pero al parecer no podía evitarlo.
¿Tenés tiempo? Porque había más miedos míos… tenía miedo a declararme y que él me rechace, que me diga que estaba enamorado de otra, que yo sólo era una amiga, que no podía imaginarme de otra manera. Y amaría que después de esa situación sea todo como antes, pero, iba a complicarse mucho… yo lo conocía a él, no era mi mejor amigo, pero lo conocía mucho (por algo me había enamorado, ¿no?) y intuía que si pasaba esto, él no me trataría como antes, la relación cambiaría.
En algún momento tenía que superar esos miedos, y ahí es cuando decía libremente que estaba completamente enamorada de ese chico. Entones, empezaron realmente los problemas.
Él iba a mi misma escuela, pero otro turno, pero al fin y al cabo era la misma institución, el mismo lugar, el mismo colegio, el mismo ambiente. Como pasa en todos lugares chicos, que no tienen puertas y que la gente va por donde quiere; las novedades corren a la velocidad de la luz, o más rápido quizás. Claro, en un principio, unos decían que yo dije que me gustaba, y otros que nada que ver, entonces la información era confusa. Pero cuando comencé a aceptarlo por todos lados, todos tenían la misma fuente de información, la de la involucrada en la historia; y todos decían lo mismo, o sea que las sospechas se habían aclarado totalmente… Yo, Abril Reyna, con mis 17 añitos, estaba enamorada por décima vez de un chico totalmente distinto a ella, y diferente a todos sus otros amores. Lucca Martín era ese chico, él era quién se llevaba todos mis pensamientos día y noche. Como dije anteriormente, las noticias vuelan y a Lucca le llegó el rumor de mi amor oculto por él. Digamos que en eso es totalmente distinto a mí, es más arriesgado y es muy directo, así que se quedó hasta mi horario de entrada para hablar conmigo.
Cuando llegué y lo vi ahí sentadito se me paralizó el corazón, no sabía dónde meterme, y como yo no sabía sobre que él se había enterado de mis sentimientos, pasé al lado haciéndome la linda, y ahí es cuando escucho: “Abril, espera un segundo”. Era él, me estaba hablando en ese mismo momento. Vino y lo único que hizo fue llevarme al laboratorio del colegio, con la excusa de “es el único lugar tranquilo, nadie va a este lugar, así podemos hablar bien”. Se imaginan que no tuve ninguna queja al escuchar la propuesta de estar con él como diez minutos, a solas, sólo él y yo, era perfecto.
Parecía de película, yo parada en las escaleras para poder estar proporcional a él, y su mirada verde clavada en mis ojos. No decía nada, solo me miraba fijamente, y empecé a ponerme muy nerviosa. Intenté apurarlo, avisándole que en unos minutos tenía que entrar a clases, pero lo único que atinó a decirme fue: “No pasa nada, Ger – mi preceptor- es amigo mío, le explico y no te pasa el tarde ni la falta, así que no tenés excusas”. Cuando noté que no pensaba decir nada hasta que yo no me quede tranquila, decidí dejarme llevar, dejar que pase lo que tenga que pasar, sin nada que me impida hacer lo que sea. Y menos mal que pensé así, porque unos segundos después, unió sus labios con los míos. Si, eso, era un beso, mi beso con el chico de mi vida, con Lucca, no lo podía creer, parecía salido de un sueño, todo, el beso en si, él, la situación y mis cosquillas dentro de la panza. Sentía que me iba, era perfecto. No podía pedir más nada, las rodillas se me aflojaban, mis ojos cerrados veían rosa por dentro. No entendía nada, pero justamente en ese instante no me iba a ni siquiera intentar entender qué sucedía, cómo se habían dado las cosas, simplemente iba a dejar que pasen.
No entré a clases, porque ya se me había echo muy tarde, simplemente me quedé toda la tarde con él, en el patio, abajo del solcito, hablando, abrazándonos y besándonos. Ese día, el cual no olvido ni la fecha (el 06/06/09), él se comportó como un caballero total, primero se quedó esperándome, luego se quedó toda la tarde y toda la noche conmigo hasta las 22 de la noche, cuando me alcanzó a mi casa con el auto.
Así fueron pasando los días, y los días, hasta llegar a un momento en el cual ya lo conocía más a él que a mi misma; era increíble, pero se abría tanto conmigo, que me dio la gran posibilidad de lograr eso maravilloso. Y al mismo tiempo, él me conocía como a nadie, conocía mis gestos, mis tics, mis muletillas, pero principalmente conocía mi ser, conocía a la verdadera Abril Reyna, esa que jamás nadie en la escuela secundaria había logrado conocer. Es que me sentía tan cómoda estando con él, que no tenía que fingir nada para caerle mejor, yo le gustaba así, así tal cual era yo.
Las cosas venían muy bien, de echo, hasta la numerología decía que teníamos que estar juntos. Según la numerología, yo era número 6, y él también lo era (si quieren comprobarlo hagan la cuenta. Primero le dan a cada letra de cada nombre y apellido de cada persona, un número correspondiente. Luego se suman entre ellos, y si queda una cifra de dos dígitos, se suman estos entre si, por ejemplo, 28=2+8=10. El número resultante es aquel representante de esa persona). Esto significaba que nuestra pareja era número 3 (6+6=12=1+2=3), y según una astróloga esto significa: “Los que unidos llegan a este número tienen por delante un futuro de felicidad garantizado por los sentimientos más elevados”. Era increíble, era perfecto, un cuento de hadas.
Pero lamentablemente no existe el mundo color de rosas, así que tuvimos problemas como todo lo que es realista. Nosotros éramos felices estando juntos, pero no era tan fácil el tema. El primer problema fueron nuestros amigos, que en un principio decían que no podíamos estar juntos porque éramos amigos, que no podía entrar otra cosa más que amistad en la relación. Al tiempo, pudimos demostrarles que no era así, que si se podía lograr. Pero comenzaron a decir que nos olvidábamos de ellos, que los abandonábamos por nosotros, por estar juntos; que si salíamos todos nosotros colgábamos entre nosotros y nos cerrábamos muchos. Estuvimos muchísimo tiempo discutiendo esto, perdimos muchos amistades, pero no porque haya sido como ellos decían. Nosotros creíamos que como amigos nos tenían que apoyar en nuestras decisiones (al menos que lastimen a alguien) y tendrían que habernos ayudado, en vez de intentar destrozar nuestra relación. Otro problema con las amistades fue una compañera mía de la división del colegio. Al parecer, estaba enamoradísima de Lucca y al enterarse de que estábamos juntos, empezó a hacerme la vida imposible. Eso realmente no me molestaba, porque yo no tenía relación alguna con ella, pero teníamos amistades en común, y un grupo que era hermoso, que estaba re unido, empezó a dividirse en dos partes; los que estaban con Lucía, y los que estaban de mi lado. A mí me parecía una estupidez… o sea, ¿qué necesidad de destruir un grupo había? Era sólo por un problema de dos compañeras, para qué tenían que meterse los otros. Pero bueno, eso por suerte me ayudó a abrir los ojos, y darme cuenta de quiénes eran realmente mis amigos.
Otra problemática era nuestras familias. A la mía le encantaba Lucca, pero, sólo como amigo, al tiempo de estar juntos, cuando se los dije, se pusieron como locos mis padres. Saltaron con la idea de que él no era para mí. ¿Acaso ellos sabían qué era lo mejor para mí? ¿Estaban dentro de mi corazón y sabían a quién amaba yo? No, no podía ser así. Pero convencerlos fue muy difícil, nos complicaron las cosas, porque no me dejaban salir, y estaba tan encaprichada con estar con él, que empecé a mentir para poder salir y verlo. Aunque, con el tiempo, de a poco, logré convencerlos, pero no totalmente. Su familia me adoraba, pero su hermano creía que era una “trepadora”. Decía que yo sólo pensaba en plata, y en sacar provecho de que Lucca se había enamorado. Fueron eternas peleas en las que tuvo que imponerse Lucca para hacerle entender a Diego que las cosas no eran así. Pero no había manera de hacerlo entrar en razón, y Lucca sufría mucho, odiaba discutir con cualquier persona, pero más con su hermano, porque era como su mejor amigo. Odiaba que dude de mi, que uno confíe en que él podía elegir a quién amar. Fueron años de discusiones, de intentar separarnos, a tal punto que le consiguió apropósito un trabajo a Lucca en Canadá.
Ahí es cuando apareció la problemática mayor. Él tuvo que aceptar ese trabajo que el hermano le ofreció, por dos razones… una que le encantaba ese trabajo, era su pasión, y otra fue que Diego movió cielo y tierra para conseguirle ese laburo. Entonces, no podía defraudarlo y no ir a Canadá. Yo no sabía qué hacer… él me suplicaba que me vaya con él al exterior, pero yo tampoco podía dejar mis cosas, mi familia, mis amigos, mi vida…aunque mi vida se iba con él. Pasa que mi familia no estaba pasando por un buen momento económico, y yo era uno de los tantos soportes… no podía dejarlos en banda. Además, había logrado conseguir la beca en la Universidad que yo quería, para la cual había trabajado muy duro, había estudiado mucho, y puesto mucha dedicación. No podía desperdiciar esa oportunidad única, y tampoco iba a dejar que la pierda Lucca. Decidimos seguir juntos a larga distancia, probar, intentarlo aunque sea. Y se fue nomás para Canadá. Yo lo amaba, y confiaba en su amor hacia mí, pero no podía evitar pensar en cualquier cosa, pensar en que quizás él tenía sus necesidades. Entonces las cosas se nos hicieron complicadas porque desconfiábamos, sabíamos que éramos el uno para el otro, que nos amábamos con toda nuestra alma y que jamás íbamos a amar a otra persona como lo hacíamos, pero la desconfianza existía y era inevitable. No lo aguantamos más, y pensamos que quizás lo mejor era no estar más juntos… que nuestro amor iba a seguir siempre, pero que bueno, que al parecer era preferible hacer nuestras vidas.
Por mi parte no quise saber más nada de él, porque sufría cada vez que lo recordaba, y tenía muchísimo miedo de que él allá encuentre a otra persona, y se enamore. Entonces, para no saberlo, preferí no enterarme más nada de él. Y ahí todos empezaron a decir que tenían razón, que no íbamos a durar, que no funcionábamos como pareja.
Pasaron tres años, en los cuáles no había pasado ni un día sin pensar en él. Un día yo estaba en la notebook, haciendo un trabajo práctico para la facu cuando tocaron timbre. Maia iba a venir a casa a hacer otro trabajo, entonces pensé que era ella, así que ni pregunté quién era, agarré las llaves y bajé para abrirle la puerta. Abro, y no había nadie, pensé “ring raje, que épocas”, y justo en el momento en que la puerta se estaba cerrando y yo estaba yendo al ascensor, siento que alguien la frena antes de cerrarse. Giré para ver quién era, y no lo podía creer. Me quedé por unos minutos anonadada, mirando a esa persona, con los ojitos abiertos de par en par, sin poder creer lo que estaba viendo. Cuando esa persona dice “Amor, volví, no te imaginás lo que te extrañé”. Me estaba cayendo una lágrima cuando me di cuenta que sí, que era él, era Lucca, había vuelto, no lo estaba imaginando. Estaba ahí paradito, sosteniendo con un pie la puerta, tomando las valijas en la mano, con los ojitos humedecidos y la voz quebrada. No pude aguantar y salí corriendo, atravesé todo ese hall que me parecía interminable, y lo abracé. Nos quedamos así, abrazaditos por un rato, llorando ambos, y él dijo “No podía mantener más la idea de armar una vida lejos y sin vos. Sos la madre de mis hijos, el amor de mi vida, la persona con quien quiero vivir el resto de mi vida, no puedo vivir sin vos”. Lo besé y no lloraba de la emoción.
Si, hermosa la situación, pero había un problema. Yo había empezado una relación con un compañero de la facultad para poder no pensar en él, y no sabía cómo dejarlo. Lucca no podía entender cómo había intentado armar una vida sin él. Dijo que jamás me iba a perdonar eso, que él había vuelto por mí, y que nunca se hubiera imaginado que se iba a encontrar con esto; que él había empezado a salir con una canadiense y la había dejado porque quería estar conmigo.
Odiaba tener que pasar esto, porque yo lo amaba a él, a mi compañero lo quería y no tenía ganas de que sufra por mi culpa. Con el tiempito, fui haciéndole entender a Santiago, mi compañero, que me era imposible olvidarme del amor de mi vida. Y fue decisión de él mismo dejarme el camino libre. Lo primero que hice fue buscarlo a Lucca para contarle la novedad, para pedirle por millonésima vez perdón.
Estuvimos juntos un año y un poquito más. Pero la relación se complicaba ya que o aparecía el hermano tirándonos mala onda, o yo le hacía escenas por lo de Canadá, y él me echaba en cara lo de Santiago. Era una relación hermosa, pero cuando hacíamos memoria, la arruinábamos, nos lastimábamos con palabras simplemente, porque nos conocíamos y sabíamos qué había que decir para que el otro se ponga mal. Ambos somos y éramos sobre todo muy rencorosos, y una relación, de esta manera no la íbamos a poder sostener.
Hoy en día él es el padre de mis dos hermosas hijas, a quiénes les intentamos brindar la mejor vida que podrían pedir tener. Pero eso no significa que sea mi esposo, si, está en todas las cosas que lo necesito, y le da todo el cariño a Luna y Romina, y es un padre con todas las letras; pero no es el hombre con el cual duermo todas las noches. No es que no quisiera, y que él tampoco, al contrario, nos amamos como el primer día; pero nos dimos cuenta que las cosas se nos complicaban mucho, que nos lastimábamos demasiado. Entonces fue una decisión tomada por los dos, con nuestras dudas obviamente, mas nos pareció lo mejor que dejemos de intentarlo, porque si seguíamos así el amor se iba a perder, y no nos queríamos resignar a eso. ¿Estamos juntos? Si, como mamá y papá, felices… ¿somos una pareja? No exactamente, simplemente somos amigos que se amaron, se aman y se van a amar, y para no perder nunca ese amor, preferimos ser felices, a nuestro modo. Nuestras hijas no recuerdan nuestras épocas de novios porque tenían apenas unos meses cuando tomamos esta decisión. Es que si, fruto del amor que nos tuvimos – y tenemos-, tuvimos dos gemelas hermosas, que son la luz de nuestras vidas, y que más allá de por nuestro bien, nos “separamos” (va entre comillas porque estamos juntos como padres) para no hacerlas sufrir a ellas el día del mañana.
Y esta historia no la estoy escribiendo por que sí, si no que se la dedico a mis dos soles, a ellas, quienes hoy, 06/06/25 (si, exactamente la misma fecha de nuestro primer beso, increíble ¿no?) cumplen 10 añitos, y están creciendo. Obviamente que esta historia ellas la conocen, de memoria mas o menos, pero con Lucca queríamos dejarles plasmado en un libro – porque más allá de que sea algo material, un libro con una historia linda es muy importante-, nuestra historia… porque queremos ser un ejemplo para ellas, queremos que sean felices y que el día de mañana (o hoy, ¿quién sabe?) ellas encuentren a la persona perfecta como la encontramos nosotros. Además de recordarles que todo lo que hacemos, lo hacemos por ellas, porque ellas son la razón de nuestras vidas.
Lu y Ro: Esta historia, real como ustedes ven día a día, está dedicada a ustedes dos, porque sabemos que todo lo que nos pasó en su momento, fue para que hace diez años hayamos tenido a las dos hijas más hermosas del mundo.
Las aman.
Mamá y Papá.
domingo, 18 de enero de 2009
martes, 13 de enero de 2009
Pasado, presente y futuro
Ya no sabía cómo explicarle que la cosa se terminaba en ese instante, que ya se había terminado hacía tiempo a causa de su engaño. Pero bueno, como se dice por ahí, uno se da cuenta lo que tuvo cuando lo pierde. Y parece que así fue con él, en el momento en que le dije “esto se termina, para siempre”, empezó a hablarme, a hacerme regalitos, a estar pendiente de lo que hacía, a hacerme escenas de celos ya sin alguna razón razonable, a preocuparse por mi estado de ánimo y salud… entre otras palabras a tomarme enserio. No se ya cuántas veces le corté el teléfono, cuántas veces le tuve que tirar las flores con su cartita correspondiente en la cara. Parecía que le era medio complicado entender que esa relación en la que yo había sido masoquista, había terminado, que la situación ya tenía un punto final impuesto por mi y que no había vuelta atrás. Si, él me había lastimado, y muchísimo, me engañó, me mintió y jamás me fue sincero con sus sentimientos; pero me costaba mucho también verlo sufrir en ese momento, parecía real cuando vino y me dijo “Yo sin vos me muero, te amo Pau”. Pero tampoco quería volver a quedar como una estúpida, ni que él me haya dado bola en ese momento porque me perdía y que después vuelva todo a lo mismo.
Cuando me di cuenta que estaba en esta situación, no lo podía creer, él había logrado lo que quería… estaba tan segura yo en el momento en que lo dejé, y ahora caía en sus trampas y empezaba con dudas otra vez. Lo pensé y lo pensé, pero no sabía qué hacer… consultaba con mis amigos y muchos me decían “ya fue, no vale la pena ese flaco pau” y otros “ay, si, volvé con él, confiá en él, a mi me da que es de buena leche, arriésgate”. Lamentablemente no me servían los consejos de mis amigos, es más, hasta me confundían más de lo que me aclaraban, y si ellos que eran quienes más me conocían no podían darme una respuesta definitiva, no sé cómo iba a lograrlo. Es más, llegó un punto en que no quería escuchar más a nadie, ya no me importaba lo que piensen los demás, yo iba a hacer lo que diga mi cabeza y mi corazón. Querer, lo quería; creer quizás en el fondo, si, le creía; extrañar, si un toque; esperanzas, tenía, aunque sea un poco. Pero no importa eso, tenía esas dudas que me mataban, y esos recuerdos de todas las cagadas que se mandó Matías, pero al ratito de estar con eso en la cabeza, esos recuerdos eran desplazados por los lindos, por los momentos únicos que pasé con él, y las cosas que me decía ahora. Pero no duraban mucho esas cosas porque al segundo volvían todas las cosas malas, y así pasaba todo el día entero.
Basta, no podía seguir así mucho tiempo, iba a explotar, necesitaba una solución urgente. Y en ese mismo instante escucho una canción de mi ídola, de Fabiana Cantilo, justo la frase que dice “cada corazón merece una oportunidad”. Así que agarré el teléfono, y marqué 4998-3090 y me atendió Mirta, la madre:
- Hola, si, habla Pau, se encontraría Matías?
- Pau, querida, cómo estás? Habla Mirta, la mamá del nene.
- Hola Mirta, tanto tiempo. Bien bien, todo bien, usted?
- Todo en orden por suerte. Buscabas al nene?
- Ehm, si, bha, no sé.
- (Risas) Si, estás nerviosa parece, ahora te lo paso.
- Gracias señora, mandele saludos a Juan.
- (se escucha de fondo) Matiiiiii, nene! Acá te están llamando, dale apurate que están al teléfono.
- Hola?
- …
- Hooola?
- Mati, soy yo, Pau.
- Sii, ya sé, me di cuenta, cómo estás hermosa? Te sentís mejor que el otro día estabas medio mal? Hoy tenías turno con el médico, no? Qué te dijo? Tenés algo al final?
- Bien. Si. No fui, así que no sé. En realidad te llamaba para otra cosa.
- Para?
- Estuve pensando…
- Sobre?
- Sobre mis viejos, dale boludo, sobre qué va a ser? Sobre nosotros.
- Ay, posta? Me muero, y qué pensaste?
- Creo que quizás fui muy dura con vos…
- No gordita, yo me lo merezco porque fui un forro.
- No importa… todos se merecen una oportunidad, sin un pasado uno no crecería, y quizás creciste, no sé… me cuesta muchísimo estar haciendo esto, pero quiero darte la oportunidad de demostrarme que no va a ser igual que antes, que no voy a sufrir otra vez. Quiero arriesgarme.
- …
- Mati?
- Perdón, me dejaste sin palabras, no te imaginas lo feliz que estoy amor en este momento. Quiero verte ya, y besarte y mimarte y abrazarte y mirarte y hablarte, ya, decime que podés salir.
- Ehm, si, pasas por casa?
- Si, obvio princesita, esos detalles no cambian. Me cambio y salgo para allá, en 10’ estoy.
- Te espero
- Si, no voy a tardar mucho gordita. Gracias.
Y corté el teléfono. No sabía bien lo que acababa de hacer, no estaba muy segura, pero tenía un buen presentimiento. Bueno, de eso no me podía agarrar mucho porque siempre era así y siempre terminaba mal la cosa. Llegó Mati, con una caja de chocolates y una rosa. Vestidito re lindo, y peinadito y perfumadito. Parecía un cuento de hadas, parecía que el príncipe había ido a buscar a la princesa para el baile del pueblo. Lo vi, se me calleron unas lágrimas, y lo segundo que hice fue correr, saltarle encima, abrazarlo, y besarlo como nunca lo hice. Estabamos los dos, ahí, en la puerta de mi casa, logrando un reencuentro, una reconciliación. Era una imagen para fotografiar, para grabar una película de amor, para usar en las telenovelas de siempre, para pasarlo por un video de alguna canción de amor, era un momento para grabarlo en la mente y no borrarlo jamás. Parecía como si mi otro yo se elevaba y nos veía desde arriba, como dejando todo el corazón ahí en el cuerpo, funcionando con Mati y mi alma lo veía desde arriba, era increíble.
Hoy en día sigo con él, no pasó mucho tiempo de esos días, pero estoy bien… estamos bien. No sé si durará toda la vida, pero tampoco voy a estar todo el presente pensando en el futuro porque desperdiciaría mis tiempos. Tampoco estoy pensando todo el tiempo en las cagadas que se mandó anteriormente, porque no sería sana la relación. Vivimos el presente y estamos bien, es más, hasta mejor que antes.
Cuando me di cuenta que estaba en esta situación, no lo podía creer, él había logrado lo que quería… estaba tan segura yo en el momento en que lo dejé, y ahora caía en sus trampas y empezaba con dudas otra vez. Lo pensé y lo pensé, pero no sabía qué hacer… consultaba con mis amigos y muchos me decían “ya fue, no vale la pena ese flaco pau” y otros “ay, si, volvé con él, confiá en él, a mi me da que es de buena leche, arriésgate”. Lamentablemente no me servían los consejos de mis amigos, es más, hasta me confundían más de lo que me aclaraban, y si ellos que eran quienes más me conocían no podían darme una respuesta definitiva, no sé cómo iba a lograrlo. Es más, llegó un punto en que no quería escuchar más a nadie, ya no me importaba lo que piensen los demás, yo iba a hacer lo que diga mi cabeza y mi corazón. Querer, lo quería; creer quizás en el fondo, si, le creía; extrañar, si un toque; esperanzas, tenía, aunque sea un poco. Pero no importa eso, tenía esas dudas que me mataban, y esos recuerdos de todas las cagadas que se mandó Matías, pero al ratito de estar con eso en la cabeza, esos recuerdos eran desplazados por los lindos, por los momentos únicos que pasé con él, y las cosas que me decía ahora. Pero no duraban mucho esas cosas porque al segundo volvían todas las cosas malas, y así pasaba todo el día entero.
Basta, no podía seguir así mucho tiempo, iba a explotar, necesitaba una solución urgente. Y en ese mismo instante escucho una canción de mi ídola, de Fabiana Cantilo, justo la frase que dice “cada corazón merece una oportunidad”. Así que agarré el teléfono, y marqué 4998-3090 y me atendió Mirta, la madre:
- Hola, si, habla Pau, se encontraría Matías?
- Pau, querida, cómo estás? Habla Mirta, la mamá del nene.
- Hola Mirta, tanto tiempo. Bien bien, todo bien, usted?
- Todo en orden por suerte. Buscabas al nene?
- Ehm, si, bha, no sé.
- (Risas) Si, estás nerviosa parece, ahora te lo paso.
- Gracias señora, mandele saludos a Juan.
- (se escucha de fondo) Matiiiiii, nene! Acá te están llamando, dale apurate que están al teléfono.
- Hola?
- …
- Hooola?
- Mati, soy yo, Pau.
- Sii, ya sé, me di cuenta, cómo estás hermosa? Te sentís mejor que el otro día estabas medio mal? Hoy tenías turno con el médico, no? Qué te dijo? Tenés algo al final?
- Bien. Si. No fui, así que no sé. En realidad te llamaba para otra cosa.
- Para?
- Estuve pensando…
- Sobre?
- Sobre mis viejos, dale boludo, sobre qué va a ser? Sobre nosotros.
- Ay, posta? Me muero, y qué pensaste?
- Creo que quizás fui muy dura con vos…
- No gordita, yo me lo merezco porque fui un forro.
- No importa… todos se merecen una oportunidad, sin un pasado uno no crecería, y quizás creciste, no sé… me cuesta muchísimo estar haciendo esto, pero quiero darte la oportunidad de demostrarme que no va a ser igual que antes, que no voy a sufrir otra vez. Quiero arriesgarme.
- …
- Mati?
- Perdón, me dejaste sin palabras, no te imaginas lo feliz que estoy amor en este momento. Quiero verte ya, y besarte y mimarte y abrazarte y mirarte y hablarte, ya, decime que podés salir.
- Ehm, si, pasas por casa?
- Si, obvio princesita, esos detalles no cambian. Me cambio y salgo para allá, en 10’ estoy.
- Te espero
- Si, no voy a tardar mucho gordita. Gracias.
Y corté el teléfono. No sabía bien lo que acababa de hacer, no estaba muy segura, pero tenía un buen presentimiento. Bueno, de eso no me podía agarrar mucho porque siempre era así y siempre terminaba mal la cosa. Llegó Mati, con una caja de chocolates y una rosa. Vestidito re lindo, y peinadito y perfumadito. Parecía un cuento de hadas, parecía que el príncipe había ido a buscar a la princesa para el baile del pueblo. Lo vi, se me calleron unas lágrimas, y lo segundo que hice fue correr, saltarle encima, abrazarlo, y besarlo como nunca lo hice. Estabamos los dos, ahí, en la puerta de mi casa, logrando un reencuentro, una reconciliación. Era una imagen para fotografiar, para grabar una película de amor, para usar en las telenovelas de siempre, para pasarlo por un video de alguna canción de amor, era un momento para grabarlo en la mente y no borrarlo jamás. Parecía como si mi otro yo se elevaba y nos veía desde arriba, como dejando todo el corazón ahí en el cuerpo, funcionando con Mati y mi alma lo veía desde arriba, era increíble.
Hoy en día sigo con él, no pasó mucho tiempo de esos días, pero estoy bien… estamos bien. No sé si durará toda la vida, pero tampoco voy a estar todo el presente pensando en el futuro porque desperdiciaría mis tiempos. Tampoco estoy pensando todo el tiempo en las cagadas que se mandó anteriormente, porque no sería sana la relación. Vivimos el presente y estamos bien, es más, hasta mejor que antes.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)